Luis Corchado, patinó, participó en la construcción del skatepark del Parque Sindical, se metió en el rock and roll… y ahora sigue patinando. Recientemente ha quedado 3º de España 2013 en la categoría MASTER de slalom.

Luis haciendo un aerial layback en la rampa del Sindi. 1981

Luis haciendo un aerial layback en la rampa del Sindi. 1981

«La primera vez que vi un monopatín fue cuando tenía 14 años a punto de cumplir 15. Un compañero de colegio lo lucía flamante y sin lija.

Me alucinó tanto que memoricé el nombre que estaba serigrafiado en azul, en la parte de arriba, Sancheski, ponía. Le pregunté donde lo había comprado y me dijo que su padre lo compró en El Corte Inglés.

Como yo estudiaba cerca de la calle Orense, un día al salir de clase me fui al ECI de Castellana y… a partir de ahí mi vida cambió. Un montón de monopatines de madera y de plástico, naranja abutanado, con la marca en el centro y en relieve, todos con sus ruedas negras, sus ejes de placas metálicas y sus rodamientos de bolitas.

Cuando llegué a casa, le dije a mi padre que por mi cumpleaños quería un monopatín, a lo que mi padre contestó:
– “Yo no te voy a comprar eso, te he comprado muchas cosas y a ninguna le has sacado provecho, además ¿cuanto cuesta?”
– “1.200 pesetas” – le dije
– “Si hombre 1.200 pesetas, con eso comemos toda la familia una semana”
– “bueno pues entonces darme dinero para mi cumple.”

Una vez convencida a regañadientes a la familia y ahorrando pagas de domingo y aportaciones de tías y tíos, me dispuse a ir al Corte Inglés, sería la vez que con mas entusiasmo he ido a este centro.

Después de comprado, probado, usado y cuidado como el tesoro de Gollum, me percaté de que había un individuo que tenía la costumbre de pasar por las aceras de las inmediaciones del colegio, con un monopatín monstruosamente grande para mí, recuerdo que le llamaban «borracho», era de mi edad, le estaba cambiando la voz y era muy desagradable, como un hombre ebrio. Su monopatín tenía unos ejes mas sólidos, unas ruedas amarillas chillonas y la tabla tenía lija negra pegada en la parte de delante y la parte de atrás. Cuando le pregunté por su patín se mostró arrogante, propio de ser uno de los pocos que tenían semejante joya.

Fué entonces donde comenzó mi búsqueda para obtener patines mejores. Cuando ahorré mas dinero, volví al único lugar que conocí, el ECI.

Ya había modelos nuevos que no eran Sancheski, me compré una tabla con ejes de calamina, ruedas azules y tabla de fibra de vidrio amarilla. Después de ese momento ya me sentía único, por lo menos en mi barrio. A partir de ese momento pude mirar al «borracho» mas de tú a tú.

En el año 1977/78, en la vuelta ciclista a España, que acababa en el paseo de la Castellana, vi a gente del equipo Amaya hacer una exhibición en frente del Santiago Bernabéu y después alguien me dijo que en el paseo de Recoletos había gente muy buena patinando, eran del equipo Pepsi.

Fué entonces donde estuve practicando, aprendiendo e intercambiando información.

Al principio fue un poco frustrante ver el círculo elitista que formaban algunos chavales que se llamaban, Javier, Luis, un tío muy alto, Ángel (el vueltas), Julián, Miguel (Apachete), mote basado en un muñeco indio de la época que tocaba el tambor de manera rudimentaria y de gran parecido con Miguel. Pero en un par de semanas cuando fui asiduo de Recoletos, era uno más.

Alguien me comentó la existencia de una tienda cercana que importaba material de US llamada Cimarra Sport. Cuando entré en la parte de abajo, lugar habilitado para la venta de skates, me invadió un olor especial a vinilo, uretano y madera lacada inolvidable, allí conocí a un tipo que es ahora una leyenda viva del skate Doc Caribbean.

En el 79, la fiebre de patinar se unió a la explosión creativa musical de la New Wave, esto nos llevó a algunos a disfrutar doblemente aquella época, mientras te deslizabas cantabas con tus amigos canciones de los Clash, los Ramones, el ska, con los Specials, Madness o Selecter. Patinábamos entonces con cazadoras de cuero de segunda mano, gabardinas de nuestros abuelos y sombreros, todos llenos de chapas de nuestros grupos favoritos. Nos sentíamos rebeldes, distintos, éramos punks en monopatín. Querías que te vieran como a Sid Vicious en la película «The great rock ‘n’ roll swindle».

Construyendo el bowl grande del Parque Sindical

Construyendo el bowl grande del Parque Sindical

Sobre la historia del parque sindical está casi todo contado y muy bien contado, fue una de las mejores etapas de mi vida, existiendo para estar con tus amigos, patinar y poner cemento. Cuantas heridas en las yemas de los dedos por el cemento y cuanta ilusión puesta en verlo terminado. Como broche me proclamé campeón en 1982 en la prueba de bowl, que se celebró en el Parque Puerta Hierro.

 

Aerial en el bowl grande del Sindi. 1981

Aerial en el bowl grande del Sindi. 1981

Que rápido pasaron dos años, se terminó el skatepark y el deber militar nos arrancó el sueño de cuajo. Pase un año en Castellón, un agujero negro en mi vida, ahora entiendo como hay personas que quieren olvidar su pasado, tuve que vender por necesidades económicas mis discos, mi tabla Mike Hirsch, mis powell, mis variflex y el resto del equipo, casco protec, rodilleras y coderas Rector.

Depués de volver, el proyecto que pusimos en marcha Javier Corcobado, Julián Sanz y yo fue otro muy distinto al de patinar, fue montar un grupo musical, Mar otra vez. El skate pasó a un segundo plano en nuestras vidas.

Tras un largo paréntesis y patinando esporádicamente, solo hace dos años volví a ver a Gerardo Romera en el día internacional del longboard, ya con hijos medio criados, con alopecia, tripa y canas, hemos cogido un segundo aliento y nos lo hemos tomado con mucha ilusión, estamos saboreando de otra manera las reuniones, concentraciones y competiciones. Estoy muy orgulloso de todos mis amigos pasados y presentes el skate, en especial de Gerardo Romera, creo que es una de las mejores personas que he conocido en mi vida.»

En una competición de slalom

En una competición de slalom. Foto: MyProfe