Gerardo es una de la personas que aporta material de Súper8 de gran valor al documental, además de fotografías, contactos e historias y anécdotas… Una gran persona que desde el principio apoyó el proyecto Monopatín.

Cristina y Juan Lacoture

Cristina y Juan Lacoture, Vicario y Gerardo.

Patinete 

«En la Pelota de Goma, una tienda vieja y oscura, en la calle Eloy Gonzalo vendían persianas, hules, toldos, cacharros de plástico y a veces juguetes.

Mi hermana tenía unos patines de hierro con correas de cuero rojo de la marca Sancheski. En algún sitio vi esa palabra grabada en un trozo de madera gruesa con cuatro ruedas como las de los patines de mi hermana.

El término monopatín no estaba en nuestro diccionario (mucho menos skate). Era un patinete. Todavía no se como convencí a mi madre para que me comprara por mi cumpleaños (11) un patinete Sancheski1. Pero lo peor de todo es como coño se lo vendieron en una tienda de orinales y manteles sintéticos en la calle Eloy Gonzalo con un nombre tan pelotero. Como veréis tiene muy poco glamour el origen de mi fijación por el skate. Nada de surf, nada de beach boys, nada de american fashion. Era un juguete de patio, más grande que una peonza o un yo-yo, pero un juguete con el que pasar las tardes interminables de los veranos de la Villa.»

 

Recoletos

«Ya en la adolescencia vi en un escaparate un patín con la tabla de plástico y las ruedas de cristal rojo. Aquello me llamó mucho la atención. Más tarde comprobé al tacto que las ruedas no eran de caramelo duro y frágil, eran blanditas, de poliuretano. Esto tengo que probarlo.

¿Terminaría con el temblor en los pies, en las pelotas y en los dientes?. En ese orden. De nuevo por mi cumpleaños (16) junté pasta para comprármelo. Esta vez no fue en la tienda de palanganas. No me acuerdo dónde. De lo que sí me acuerdo es que era marca MADE IN TAIWAN. Con la tabla blandurria y las ruedas silenciosas, daba sensación de fluidez y hacías los giros más ondulantes y precisos. Los rodamientos iban blindados y aunque no eran de precisión hacía que se adquiriera más velocidad, más emoción.

Pero tanta novedad duró poco. «Ese patín es una puta mierda, te tienes que comprar uno como este». Si no fuera porque el individuo que me hundió con la frase lo hizo después de ser capaz de bajar 20 metros haciendo el pino sobre su tabla, no le hubiera hecho ni puto caso, aunque se tratara del mismísimo Javier P.Corcobado , el capitán del equipo California Sun. Efectivamente mi recién comprado Made in Taiwan había caído en obsolescencia en cuestión de segundos. Se lo tuve que endiñar al orejas de mi clase para recuperar la inversión y poder comprarme a plazos un California Sun. Lo digo a plazos porque lo compré a «piezas», que era como se hacía. Las ruedas a fulanito, los ejes a menganito, la tabla en Cimarra Sport, los rodamientos en una tienda en Atocha… Estuve yendo a Recoletos con el patín incompleto debajo del brazo una temporadita. Todavía conservo una tabla de aquella época que no sé a quien se la compré, ni porqué no la vendí.»

Gerardo Romera en el Sindical. 1982

Gerardo Romera 1982

 Parque Sindical. 

«¿Qué demonios hago una tarde de  domingo lloviendo, subido a un andamio y poniendo con las manos congeladas  hormigón armado?  La historia se repite. El glamour brilla por su ausencia.

Me incorporé al club recién empezada la obra. De la noche a la mañana me convertí en peón obrero. Cambié el patín por la pastera de cemento y el mallazo. Se puede decir que siempre fui muy constructivo que los Reyes siempre me dejaban el TENTE. Pero aquello empezó a preocupar a mis padres. No… que al niño le ha dado por la albañilería. Le decía mi madre a los vecinos cuando me veían llegar con barrillo y salpicaduras de cemento. Teníamos hasta un botijo. Corcobado compuso una de sus primeras canciones versando sobre un misterioso crimen cometido en una casa en construcción, y rápidamente Muñeco (Luis Corchado) parafraseó su versión: «trabajo en una obra y el dinero no me sobra… con la pala y el pico jamás me haré rico… si pillo un ladrillo me lo echo al bolsillo». Al pobre Tomás Moreno le traíamos frito con nuestra inoperancia, mezcla de inmadurez y gamberrismo. «Parezco un padre misionero» era su frase favorita, porque nos repetía las cosas veinte veces. Creo que las calamidades que pasamos se compensaron en gran medida con el descojone constante riéndonos de todo y de todos. La obra que en principio la íbamos a terminar en varios meses duró dos años. Algunos no llegaron a estrenarlo (dejaron de patinar o se fueron de Madrid), y otros que no habían aparecido en todo el periplo, a sabiendas de lo que se curraba,  se hicieron fervientes parroquianos una vez finalizado.»

Agradecimientos.

«Magnífica idea original y buen trabajo de documentación Alfredo y Pedro.
Gracias por recuperar películas y negativos olvidados en cajas de zapatos.»